RECOMENDADO DEL LECTOR
FRAGMENTO
“Feliz 53.° cumpleaños, doctor. Bienvenido al
primer día de su muerte. (…)
Pertenezco a algún momento de su pasado. Usted
arruinó mi vida. Quizá no sepa cómo, por qué o cuándo, pero lo hizo. Llenó
todos mis instantes de desastre y tristeza. Arruinó mi vida. Y ahora estoy
decidido a arruinar la suya. (…)
Al principio pensé que debería matarlo para
ajustarle las cuentas, sencillamente. Pero me di cuenta de que eso era
demasiado sencillo. Es un objetivo patéticamente fácil, doctor. De día, no
cierra las puertas con llave. Da siempre el mismo paseo por la misma ruta de
lunes a viernes. Los fines de semana sigue siendo de lo más predecible, hasta
la salida del domingo por la mañana para comprar el Times y tomar un bollo y un
café con dos terrones de azúcar y sin leche en el moderno bar situado dos
calles más abajo de su casa. Demasiado fácil. Acecharlo y matarlo no habría
supuesto ningún desafío. Y, dada la facilidad de ese asesinato, no estaba
seguro de que me proporcionara la satisfacción necesaria. He decidido que
prefiero que se suicide.
Ricky Starks se movió incómodo en el asiento. Podía notar el calor que
desprendían las palabras, como el fuego de una estufa de leña que le acariciara
la frente y las mejillas. Tenía los labios secos y se los humedeció en vano con
la lengua.
Suicídese, doctor”.
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